Serpensortia



Los personajes de Harry Potter pertenecen a J.K. Rowling.

Serpensortia
Por Regan

Y entre los brazos y el calor que le proporcionaba Harry al fin se dejó caer en brazos de Morfeo. Descansando pacíficamente, como nunca pensó volver a hacerlo.

Draco caminó con paso decidido hasta estar enfrente del moreno. Lo miró fijamente a los ojos y luego sonrió con desdén.

- ¿Asustado Potter? – dijo, levantando una ceja con elegancia y elevando su varita.

- Qué más quisieras – fue la fría respuesta antes de darle la espalda.

Caminaron en sentidos contrarios y dieron la vuelta, colocándose en posición. Draco fue el primero en disparar, un rayo de luz que provocó la estrepitosa caída de Harry al piso de duela. Pero la reacción no se hizo esperar, pronto Draco se encontró volando varios metros atrás. El rubio se levantó temblando de rabia y con un rápido movimiento gritó.

- ¡Serpensortia! – De su varita un rayo fue tomando la forma de una serpiente que se arrastró hasta los pies del moreno, siseando amenazadoramente.

Draco miró a la serpiente embelesado, le encantaba la forma en que el animal se deslizaba por el piso con movimientos cadenciosos, dispuesto a eliminar cualquier obstáculo que se pusiera frente a ella. Y el obstáculo era Potter.

…………………

- ¡No! – El grito retumbó por toda la casa. Draco respiraba agitada y descontroladamente. El sudor frío que bajaba por su cabello recorría todo su cuerpo y se colaba entre su piel. Abrió los ojos desmesuradamente, intentando aclarar su mente.

“Es un sueño” pensó. “Es un sueño, no es verdad”. Se repitió una y otra vez, apretando las mantas entre sus manos con fuerza.

Al cerrar los ojos se arrepintió inmediatamente de haberlo hecho. Una anciana mujer abrazaba a un pequeño rubio lloroso, era un abrazo amoroso, cargado de sentimiento, mientras la pacífica voz susurraba “Es un sueño, no es verdad” y acariciaba los lacios cabellos con ternura.

Los ojos de Draco se humedecieron y lentamente se dejó vencer por el llanto. No evitó los sollozos que salían de su boca ni sus manos que revolvían su cabello con desesperación. Aquel ruido despertó a Harry, quien usualmente tenía un sueño pesado. Usualmente, hasta que el rubio había aparecido en su vida y él había dejado de dormir, comer y vivir como acostumbraba.

Apenas Harry se había levantado para ir a ver qué ocurría con Draco, un torbellino rubio pasó a su lado prácticamente empujándolo. Harry caminó detrás del torbellino que se detuvo unos instantes para empujar la puerta de la pequeña cocina y entrar rápidamente. Acto seguido Harry también entró y se encontró con Draco bebiendo apresuradamente un vaso de agua con su respiración aún agitada.

- ¿Estás bien Draco?

Como respuesta recibió una mirada de miedo. Draco lo miraba como un muggle que ve un fantasma, el pavor reflejado en sus ojos era algo que Harry no se explicaba. Así que repitió la pregunta, en un tono suave, susurrándola tranquilamente para no asustar más al chico.

- No… - murmuró Draco escuetamente.

En verdad se notaba que no estaba bien, de hecho en ese momento Harry se sintió algo tonto por realizar una pregunta cuya respuesta era más que obvia, con sólo ver el rostro y el temblor incontrolable en el cuerpo del otro chico, cualquiera podría deducir que no se encontraba en su mejor momento.

Harry había temido que llegara el momento de preguntar lo que había pasado ese día. Trató de dejar a Draco con la mayor privacidad posible, para que pudiera reflexionar sobre lo que Blaise le había contado, pero algo le decía que no había hecho lo correcto. Después de todo, el rubio había demostrado en los últimos días que lo único que realmente necesitaba era compañía y mimos en cantidades industriales.

Draco estaba sintiendo un terrible mareo acompañado de un calor que su cuerpo no se dignaba a soportar y que lo obligaron a servirse otro vaso de agua, pero esta vez fue a parar directo a su cabeza. Las gotas de agua resbalando por sus mejillas y cuello, limpiado el sudor que antes había pasado por los mismos puntos le devolvieron un poco la serenidad. Estaba convencido de que a ese paso iba a volverse loco.

Harry abrió la boca dispuesto a preguntar pero las palabras murieron en los labios cuando Draco se adelantó. Con los ojos aún cerrados el rubio comenzó a hablar en voz muy baja. Harry se acercó a él a tiempo para ver cómo se dejaba caer al piso y se acomodaba para sentarse en él. Harry hizo lo mismo, sentándose en el frío piso de la pequeña cocina. Apenas unos centímetros separándolos uno del otro y Draco hablando, contando una historia.

- Blaise me contó sobre mi familia – aclaró Draco con voz trémula.

Harry gateó hasta quedar a un lado de Draco y abrazarlo. Al recargar la cabeza en el hombro del chico pudo aspirar su olor característico, combinado con el olor al sudor nocturno. No era algo tan desagradable como puede sonar. Arrulló al rubio entre sus brazos mientras Draco le contaba al oído lo que Blaise le había contado, las imágenes mentales no se hicieron esperar. Mientras uno recitaba retazos de una vida que no conoció, el otro ataba cabos sueltos sobre la personalidad de su… ¿pareja?

- Pues bien – continuó Draco más calmado. Repitiendo mentalmente una y otra vez que aquello había sido una pesadilla y que ahora se encontraba a salvo en los brazos de la persona que más quería y que lo protegería siempre – Me contó algunas cosas que yo… bueno, son extrañas, un poco.

Harry asintió, invitando al rubio a continuar y descargar todos los recuerdos que habían desencadenado en una horrible pesadilla. Un suspiro le indicó que Draco estaba listo para descargarse.

……………

Esa mañana Draco había dormido como nunca y Harry había permanecido con él hasta que fue lo suficientemente tarde como para ir a su trabajo, entonces desapareció por la chimenea y pasó un día angustioso, sabiendo que esa tarde tenía una cita con uno de los compañeros de escuela con los que jamás había cruzado palabra que no fuera un insulto. Pero realmente no tenía muchas opciones.

Aún resonaban en sus oídos las amenazas que Snape había gritado a su persona. Después de estar a punto de lanzarle todas las maldiciones que se sabía había logrado calmarse y controlar su ira. Fue entonces cuando Harry supo que había sido mala idea soltarle toda la verdad.

Tenía que haber recordado que Draco era uno de los alumnos preferidos de Snape en la escuela, si no es que el preferido. Y es que el hermoso príncipe de Slytherin siempre había llevado buena relación con su jefe de casa, se podría decir que pocas veces lo había decepcionado. Además, de que, obviamente Snape tenía que respetar a Draco por ser hijo de Lucius, y éste a su vez ser uno de sus ‘compañeros oscuros’, estaba el hecho de que Draco se había dado a querer y ganado un lugar en el corazón del frío profesor.

Harry había quedado muy mal parado con Snape, y al final había sido prácticamente obligado a llevar a Zabini con Draco para que el chico italiano le devolviera la razón al rubio. Harry no estaba seguro de que Draco hubiera perdido la razón, pero los gritos de Snape lo hicieron desistir de intentar argumentar algo más a su favor.

Aún así se había atrevido a preguntar el por qué tenía que ser Blaise. De muy mal talante Snape había siseado amenazadoramente, mientras tomaba a Harry por el cuello y lo miraba con los ojos brillantes por la ira contenida.

- Por que es el único slytherin de confianza, que no es mortífago y por lo tanto, Draco no correrá peligro ¡ah! – añadió con ironía- y también es el único que trató y conoció la vida de Draco mejor que ninguno de los otros chicos de su casa y obviamente mucho mejor que alguna pequeña alimaña de la torre Gryffindor.

Bien, eso había dejado a Harry más frío que el hielo. Snape tenía razón, todo lo que él pudiera contarle a Draco sobre su vida pasada se limitaría a los pequeños encuentros – nada amistosos – que habían tenido durante siete largos y tortuosos años. Y eso no era de mucha ayuda si lo pensaba con detenimiento.

Abatido, había terminado aceptando que Snape contactara con Blaise Zabini, quien a su vez había aceptado acudir a una entrevista con Harry y posteriormente con Draco. Al principio Harry había desconfiado en el joven, que a primera vista le parecía déspota y para nada agradable. Luego decidió darle el beneficio de la duda. Después de todo Snape le había asegurado que Blaise no tenía la marca, y Snape no pondría en peligro a Draco.

Luego de unas cuantas preguntas – por si las dudas – para asegurarse de que no era peligroso Harry guió a Blaise hasta el departamento y después de rogarle a Merlín y a toda su descendencia por que estuviera haciendo lo correcto, le permitió pasar a través del Fidelius para que pudiera ver a Draco.

Después de presentar a los dos desconocidos conocidos, o por lo menos de aclararle a Draco que Blaise había sido su compañero de casa por siete años y que, según sabía, el chico podría contarle muchas cosas sobre su vida, Harry se había retirado para darles la privacidad que necesitaban. Entre serpientes te veas…

…………….

Draco miró al desconocido… amigo suyo una vez más. Bien, había algo en su rostro que no le agradaba como uno dejo de… ¿Superioridad? Enarcó una ceja en señal de confusión. Luego soltó un suspiro y se acomodó en el sofá dispuesto a escuchar lo que el tipo aquel tuviera que decirle.

Blaise miraba a Draco de arriba hacia abajo. Había algo que no encajaba ahí. Draco se veía diferente, ¿Adorable? ¿Tierno? Algo andaba definitivamente mal ahí, nunca habría podido definir al príncipe de las serpientes con esos dos adjetivos. Nunca hasta ahora. Y es que realmente no encontraba otros para describir al rubio, sencillamente despedía un aire de inocencia que nunca había visto en los ojos grises que le devolvían una atenta mirada.

El primero en tomar la palabra fue Draco, subiendo los pies al sillón y recargando su cabeza en una mano en un gesto totalmente descuidado y hogareño.

- ¿Y bien?

Blaise frunció el ceño, confundido.

- ¿Y bien qué?

- ¿Qué me dirás sobre mí?

- ¿Qué quieres saber?

El ambiente se estaba volviendo pesado. Las personalidades que antes solían encajar perfectamente ahora chocaban entre sí, sin permitirse mayor interacción.

Draco se mordió el labio y sus ojos brillaron por la desesperación. Pero Harry le había pedido que aprovechara la visita del otro chico, que intentara saciar todas sus dudas con él y eso haría. Primero que nada, la duda que le asaltaba la cabeza hasta el punto de ebullición.

- ¿Soy un mortífago? – preguntó Draco y se ganó una sonrisa desdeñosa de Blaise.

- ¿Tienes la marca tenebrosa? – preguntó con toda la ironía que pudo.

- No.

- Eso responde tu pregunta – y sin más apartó la mirada para examinar el departamento. Demasiado pequeño a su gusto, demasiado… hogareño. Horrible decoración, de muy mal gusto. De no ser por el aprecio que solía tenerle a Draco no se hubiera dignado a entrar ahí.

Y fue ese mismo afecto por Draco lo que le hizo respirar tranquilamente y contar hasta diez para calmarse. Tenía que responderle a Draco lo mejor que pudiera y volverse a ganar su confianza. Sonrió, esta vez sinceramente y se acercó más a Draco.

- Te contaré todo lo que pueda, tú sólo pregunta. – Estas palabras le transmitieron más tranquilidad y al fin pudo sacar la lista de preguntas que tenía.

- ¿Por qué me buscan…? Los mortífagos – aclaró.

- Supongo que por que se quedaron a medias, y esperan que te les unas en su afán por joder a Potter – Blaise se encogió de hombros con descuido.

- ¿A medias?

- Si… bueno, según me contabas… los más jóvenes aún no recibían su marca, estaban a punto de hacerlo cuando… quien-tu-sabes fue derrotado.

- ¿Quién yo sé?

- Sí, el Lord… y varios de ustedes se quedaron sin marca tenebrosa, lo cual, si lo miras por el lado bueno, es mejor, por que gracias a esa simple marca ahora todos estarían refundidos en Azkabán.

- Yo… ¿en verdad me iba a unir a él… por… convicción?

Blaise podría haber asegurado que Draco tenía miedo de escuchar la respuesta. Y por un momento a él lo asaltó el temor de decirla. Pero sin embargo, no dejó que ninguna emoción cruzara por su rostro antes de responder de la única manera que podía hacerlo, sinceramente.

- No lo sé Draco, nunca lo dijiste.

Draco soltó el aire que había contenido, si Blaise no lo sabía, probablemente nadie lo supiera. Un nudo se apoderó de su garganta cuando se dio cuenta que había cosas de su pasado que nadie le podría contar, por que estaban muy dentro de su mente y de su corazón y él mismo jamás se las habría contado a nadie, por mucha confianza que le tuviera.

Las siguientes preguntas fueron banales. Hasta llegar a un tema que a Draco le hubiera gustado no tocar, pero que a la vez deseaba conocer del todo.

- Mi familia ¿Qué hay con ellos?

- Bueno, eres hijo único. Está tu padre, en Azkabán…- el cuerpo de Draco sufrió un estremecimiento - también está tu madre, que jamás recibió la marca, creo que ya no vive en la mansión Malfoy…

En ese momento Draco se dio cuenta de algo, levantó la vista y abrió los ojos más de lo usual. Su madre. Si su madre estaba viva y fuera de Azkabán, entonces…

- ¿Por qué no me ha buscado mi madre?

- Bueno, eso tendrías que preguntárselo a ella, por lo general, Narcisa es una mujer muy fría, pero no creo tan fría como para no buscar a su heredero, tendrá alguna razón…

Draco lo miró con desconfianza. Ninguna madre podría tener una razón lo suficientemente importante como para dejar abandonado a su hijo en medio de la nada, sin conocidos y sin memoria.

- ¿Qué relación tenía con mis padres?

- No tenías una relación – respondió Blaise distraídamente – intercambiaban un par de palabras cuando se veían y eso era todo… te llevabas mejor con tu abuela, ella visitaba la mansión Malfoy de vez en cuando y te sobreprotegía, sobre todo cuando eras un niño.

- Oh… - fue la única respuesta de Draco.

Dean había estado observando todo desde la cocina, no quería interrumpir la privacidad, pero cuando notó el incómodo silencio en el que habían caído decidió que, después de todo, interrumpir no sería tan malo. Tomó un plato y colocó algún entremés en él, luego salió de la cocina y se dirigió a la sala.

Ofreció los bocadillos con una sonrisa forzada. Al aceptar a Harry y a Draco en su departamento sabía a lo que se atenía, pero no sabía que Blaise Zabini terminaría incluido en el paquete. Desde el primer momento en que lo vio en su departamento Dean supo que no confiaba en él.

Tenía “algo” que no lo terminaba de convencer, caso aparte, el hecho de que se había graduado de Slytherin. Su instinto lo obligaba a andarse con cuidado de él, pero a la vez sabía que estaban seguros en el departamento ya que Blaise no podía usar magia dentro de él.

“Merlín bendiga a Harry Potter” pensó Dean mientras dejaba el plato en la mesa y se sentaba al lado de Draco. Sabía que no encajaba en la escena, pero cuando vio que Draco estaba más relajado con su presencia olvidó todo para concentrarse en proteger al rubio cuya nueva personalidad gritaba ‘protégeme’ cada segundo.

Blaise soportó estoicamente la humillación que para él representaba la preferencia de Draco por el chico negro que por él, que había sido su amigo durante siete años y poco más. De repente su mirada se posó en su bocadillo como si fuera la cosa más interesante del mundo.

- Creo que es tarde - comentó distraídamente Dean, como no queriendo despedir directamente a Blaise.

Notando que estaba causando incomodidad en el ambiente Blaise se levantó dispuesto a retirarse. Dean murmuró un pretexto y se fue a su habitación para dejar a los chicos despedirse a solas. Draco también se levantó del sillón y le extendió una mano a Blaise.

- Un placer.

- También fue un placer para mí Draco – sonrió Blaise con un poco de dificultad mientras le devolvía la despedida a Draco.

En el momento en que la mano de Blaise se extendió su mano Draco pudo ver por un momento algo en su antebrazo, pero no prestó mucha atención por que Blaise le plantó un beso en la mejilla y Draco se ruborizó ante el gesto.

Lo siguiente fue que Blaise salió del departamento y minutos después Neville y Harry entraron en él. Dean sirvió la cena y hablaron de trivialidades.

Y ahora estaban ahí, después de la pesadilla. Harry escuchando pacientemente a Draco hablar sobre su pasado.

……………………

En un lugar no muy alejado un chico tomó asiento en la lujosa sala propiedad de la familia Parkinson.

- Bueno Pansy, tienes mucho que agradecerme hoy – sonrió el mago con cinismo.

- Nunca te agradeceré nada – respondió la rubia levantando la barbilla más de lo habitual.

- Oh, Pansy, querida, me temo que si lo harás, después de que te diga que he encontrado la forma de entrar a ese departamento y traer a Draco de vuelta y…tal vez – añadió como si no tuviera importancia – atraer a Harry Potter hasta nosotros.

Los labios de Pansy se curvaron en una sonrisa mezquina mientras sus ojos brillaban con ambición. “Perfecto”, pensó la rubia mientras se dejaba caer en uno de los sillones.

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