Autocontrol



FIDELIO

Disclaimer: Harry Potter y sus personajes no me pertenecen a mí sino a JK Rowling, yo sólo se los tomo prestados porque tengo mucho tiempo libre y demasiada imaginación.

Advertencia: Este fic es Harry/Draco (es decir, chico/chico) y transcurre tras El Príncipe Mestizo. Léelo bajo tu responsabilidad.

Capítulo 6: Autocontrol

La tormenta estalló justo después del desayuno. Draco se había puesto en pie y Harry se apresuró a seguirle. La asfixiante atmósfera de La Madriguera se había incrementado exponencialmente desde que pasaba los días con Draco, y ahora era capaz de precisar con exactitud cómo se sentía el rubio una semana antes.

Las miradas de odio que antes se dirigían al Slytherin ahora lo eran de incomprensión y desconcierto, y Harry podía sentirlas clavadas en su nuca. Nadie, salvo Ron, había hecho ni un solo comentario. Nadie le había preguntado por qué demonios perdía su tiempo con Draco Malfoy. Pero el silencio resultaba tanto o casi más expresivo.

Ron había pasado de intentar congraciarse de nuevo con Harry a ignorarle completamente. Hermione seguía manteniéndose distante, como si nada de eso fuera con ella. Harry, a su vez, los ignoraba a ambos, sintiéndose mitad dolido, mitad furioso. No le parecía justo que ellos hubiesen decidido dejarle de lado cuando estaban en plan parejita y que ahora le reprocharan el que pasara su tiempo con Draco. No le parecía justo, porque no lo era.

Y, sin embargo, se sentía mal. Sólo una vez había pasado tanto tiempo peleado con Ron, y Harry le había echado muchísimo de menos. Y esta vez no era la excepción. Por una parte maldecía el carácter tan infantil de su amigo; por otra, estaba deseando hablar de nuevo con él, hacer las paces.

Y a pesar de eso era capaz de darse cuenta de que la tensión entre ambos había alcanzado su punto álgido.

Hasta que, al final, estalló.

- No sé qué te da ese hurón para que pases tanto tiempo con él.

Todo empezó con una frase. Una simple frase.

Ronald Weasley no tenía la más mínima intención de dar a entender lo que Harry entendió. Él no era incapaz de imaginarse la marea de sentimientos cruzados que incomodaban a su mejor amigo. Su acusación estaba cargada de rencor, de amargura y de recelo, sí, pero no de doble sentido.

Sin embargo, Harry no se lo tomó así. Confuso como estaba por sus sentimientos más que dudosos respecto al Slytherin, creyó que Ron estaba queriendo insinuar lo que él mismo estaba empezando a reconocer.

Y eso le puso furioso.

Apenas el pelirrojo terminó de hablar, Draco alzó una ceja y preparó una de sus ingeniosas, mordaces e hirientes contrarréplicas.

Y entonces, sucedió lo inesperado.

Tanto él como Weasley se quedaron atónitos cuando Harry se dio media vuelta y, sin mediar explicación alguna, se abalanzó sobre el que durante seis años había sido su mejor amigo.

- ¡Harry! -gritaron ambos al mismo tiempo.

Ron no tuvo tiempo de más. Cayó al suelo con el moreno encima suya, aunque, por fortuna, pudo esquivar el primer puñetazo que le lanzó.

- Harry, lo si... -empezó a disculparse, sorprendido por el arranque de su mejor amigo.

Sin embargo, apenas un segundo después, un golpe en plena boca del estómago borraba de un plumazo su actitud conciliadora. Ron se retorció de dolor, y decidió pasar al contraataque. Al fin y al cabo, pensó mientras una furia sorda empezaba a surgir en su interior, no había dicho nada demasiado ofensivo. Y, aunque hubiese sido así, Harry no tenía ningún derecho a pegarle.

Draco, a cinco metros de la escena, contempló paralizado cómo Weasley, que era mucho más alto y musculoso que Harry, conseguía desembarazarse de él. Las tornas se invirtieron cuando apresó al moreno contra el suelo, sujetando su cabeza contra el césped que cubría irregularmente el jardín de La Madriguera.

Miró a su alrededor, asustado. ¿Dónde estaban las malditas comadrejas cuando se las necesitaba? Y sin esperar más, incapaz de ver cómo Ron le pegaba una tunda a Harry sin hacer nada por evitarlo, se lanzó contra los dos Gryffindors.

- ¡Apártate de él! -gritó, empujando a Ronald Weasley. Pillado por sorpresa, el pelirrojo se desequilibró y cayó al suelo. Y Draco se agachó junto a Harry con la intención de ayudarle a levantarse.

- No te metas en esto -masculló sin embargo Potter, haciendo ademán de apartar a Draco y de lanzarse de nuevo sobre Ron.

El Slytherin le echó los brazos al cuello y lo retuvo haciendo acopio de todas sus fuerzas. Harry gruñó y cabeceó como un toro furioso, pero Draco no le soltó.

- ¡Deja de hacer el idiota, Harry! -gritó, al límite de sus fuerzas. Ambos eran de la misma complexión y solían tener similar fuerza física, pero Draco aún estaba débil y más delgado de lo normal. No se veía capaz de seguir sujetándole durante mucho tiempo.

- ¡Suéltame, Draco!

- ¿Harry¿Draco? -repitió Ron en tono burlón, levantándose del suelo- Qué confianzas habéis tomado¿no?

- Gracias por tu ayuda, Weasley -gruñó el rubio entre dientes mientras Harry intentaba de nuevo abalanzarse sobre el pelirrojo con renovada furia. Pero no hacía falta que Potter se esforzara tanto. Porque, para alarma del rubio, Ron se dirigía directamente a su encuentro...

En ese momento, una melena pelirroja apareció en el campo de visión de Draco. Y, acto seguido, Ron cayó al suelo de bruces, tras tropezar con un pie que, casualmente, había aparecido a la altura de sus tobillos.

- ¡Ginny! -exclamó Harry, tan sorprendido que cejó en su intento de echarse encima de Ron. Draco, aliviado, dejó escapar un suspiro, pero no soltó al Gryffindor.

- Ginny -gruñó Ron. Intentó levantarse, pero su hermana se dejó caer encima de su espalda, aprisionándole contra el suelo-. ¿Qué haces¡Déjame!

- No hasta que no me expliquéis qué está pasando -dijo Ginny, cuya fría mirada pasó de su hermano a su ex-novio-. ¿No os da vergüenza¡Acabo de llegar de casa de Luna, vengo a buscaros para saludaros, y me encuentro con que estáis peleando como dos críos pequeños!

Harry miró a Ginny, buscando su apoyo, pero al instante se dio cuenta de que no tendría éxito. En la mirada de Ginny poco o nada quedaba ya de la chica que hacía tan sólo una semana había derramado lágrimas porque él no la correspondía. Ahora tenía ante sí a la versión más madura, decidida y dominante de Ginevra Weasley. Puro carácter, como su madre. Desde luego, ampliar su estancia en casa de los Lovegood parecía haberle sentado bien. Y Ginny le observaba con el mismo desprecio con el que miraba a su hermano.

- ¿Y bien?

- ¡Empezó él! -gritaron, al mismo tiempo, Harry y Ron.

Ginny puso los ojos en blanco, y Draco suspiró. En ese momento, una serie de pasos apresurados sobre la hierba les interrumpieron.

- ¡Harry¡Ron¿Qué ha pasado aquí?

Ron hizo una mueca y Harry desvió la mirada. Y Ginny sonrió, levantándose del sueño. Porque nadie mejor que Hermione Granger para poner orden entre su novio y su mejor amigo. No podía haber llegado en mejor momento.

- Había salido a saludarles -informó Ginny, acercándose a ella- y los he encontrado peleando a puñetazo limpio.

- ¿Peleando! -repitió Hermione con expresión incrédula. Después miró a Ron y vio el hilillo de sangre que bajaba por la barbilla, y miró a Harry y vio sus gafas descolocadas y manchadas de tierra, y comprendió que lo que Ginny decía era cierto.

- ¡Ha sido él quien ha empezado! -intentó justificarse su novio, poniéndose en pie. Se limpió la sangre del rostro, consciente de lo patético de su aspecto.

- ¡Has sido tú quien me ha insultado! -bramó Harry, dando un paso al frente.

- ¡Yo no te he insultado! -replicó Ron, encarándose de nuevo con él-. Sólo te he dicho que el maldito hurón te tiene completamente absorto. ¡Y es verdad!

- ¡Deja ya de llamarle hurón¡¡Su nombre es Draco Malfoy! -gritó Harry, de nuevo fuera de sí.

Al instante se dio cuenta de que había dicho algo inapropiado. Un espero silencio se instaló en el grupo. Ron, boquiabierto, no contestó. E incluso Ginny y Hermione se le quedaron mirando con expresión desconcertada.

Sólo entonces se dio cuenta el Gryffindor de que Draco no había dejado de sujetarle en ningún momento. Sus brazos le agarraban con firmeza del pecho y de la cintura. Consciente por primera vez de que acababa de dejarse en evidencia delante de todos, Harry le miró.

Draco parecía tan extrañado como el resto, pero reaccionó rápidamente. Le empujó fuera de allí, notando que la cólera de Harry se había, de algún modo, apaciguado.

- Vámonos, Harry -susurró, llevándole hasta la casa.

Ron reaccionó, al fin, y dio un paso al frente. Todavía no entendía por qué Harry le había atacado, y, lo más importante, todavía no comprendía por qué parecía preferir la compañía de Malfoy a la suya.

- ¿Por qué le defiendes? -preguntó, haciendo ademán de ir tras él.

Ginny salió tras su hermano, dispuesta a hacerle morder el polvo de nuevo. Pero no hizo falta.

- ¡Ronald Bilius Weasley! -exclamó Hermione en el tono más severo que fue capaz de encontrar, ése que reservaba para recordar a sus dos amigos lo cerca que estaban los exámenes finales y lo poco que estaban estudiando. Y Ron se detuvo inmediatamente, girándose sumiso hacia Hermione.

La castaña se acercó a él, y con gesto maternal terminó de limpiar el rostro de su novio con un pañuelo limpio que sacó del bolsillo. Después, los tres siguieron con la mirada a Harry y a Draco hasta que alcanzaron el interior de la casa, preguntándose mentalmente qué clase de relación habría entre esos dos.

- Si te escuece, te fastidias.

Harry hizo una mueca al tiempo que Draco aplicaba un algodón sobre su rodilla. Se había hecho un corte muy feo al caer al suelo, y el reguero de sangre le había manchado los pantalones hasta el tobillo.

- Gracias -replicó, irónico, el Gryffindor.

Draco ni siquiera sonrió.

- No tengo varita, no puedo arriesgarme a utilizar la tuya, y... -hizo una pausa, mientras rebuscaba en el botiquín familiar de los Weasley- me parece que no podemos pedirle a los señores Weasley que te curen las heridas que te has causado peleándote con uno de sus hijos.

- Con el idiota de su hijo -rectificó Harry amargamente-. Con el idiota de Ron Weasley.

Draco puso los ojos en blanco.

- Sí, con el idiota de Ron Weasley -murmuró mientras colocaba torpemente un apósito sobre la herida del Gryffindor-. Con el idiota de Ron Weasley, que se estaba peleando con el no menos idiota de Harry Potter.

Harry guardó silencio, sentado en una esquina de la bañera del cuarto de baño de los Weasley. Draco se separó un poco, mirando al moreno, intentando ignorar el hecho de que éste estaba medio desnudo frente a él, en calzoncillos.

- Lo he hecho para protegerte -dijo, al fin, el Gryffindor, dirigiendo una dolida mirada a Draco.

Draco alzó las cejas y se acercó a él. Con delicadeza, le quitó las gafas y las limpió con cuidado bajo el chorro de agua del lavabo.

- Lo sé -respondió, al fin, secándolas y colocándolas de nuevo sobre el puente de la nariz de Harry. Se sentó a su lado en el borde de la bañera, y le miró-. Y te lo agradezco. Pero, si te digo la verdad, no me cuadra tu actitud.

- Te llamó hurón...

- Tú y tus amiguitos lleváis desde cuarto llamándome así por razones obvias -replicó Draco Malfoy con una mueca- y jamás te había visto ponerte así. Sinceramente, Harry, desde esa tunda que muy merecidamente me diste en quinto curso, nunca te he visto tan violento...

Harry tragó saliva. Genial. No sólo había acabado a puñetazos con su mejor amigo, sino que ahora le tenía que explicar a Draco por qué lo había hecho... Y esta vez supo que no había escapatoria posible, no había evasiva que pudiera justificarle al tiempo que salía airoso del embrollo.

No, esta vez no le quedaba más remedio que decir la verdad. O, al menos, intentarlo.

Se armó de valor.

- Ron dijo que qué me estabas dando para que estuviera contigo -explicó, al fin, con enorme esfuerzo.

Draco no movió un músculo.

- ¿Y?

- ¿Y¿Qué crees que quiso dar a entender con eso? -preguntó Harry, desviando la mirada.

Draco sonrió con malicia.

- Harry, yo le llamo comadreja, pero, en realidad, Weasley tiene el ingenio de una marmota. No sería capaz de darle doble sentido a una frase aunque se la pusiesen por escrito. Y, de cualquier forma, no entiendo qué...

El Slytherin se detuvo de repente, y Harry casi pudo escuchar el momento en el que las piezas del puzzle encajaron en su mente. Hundió la cabeza entre los hombros.

- Creíste que... ¿que la comadreja insinuó que tú y yo...? -le llegó, segundos más tarde, la pregunta incrédula de Draco.

No contestó. Hacerlo supondría ponerse en evidencia.

- Harry, mírame.

Y se encontró totalmente incapaz de no obedecerle. Al igual que Ron había respondido a la orden de Hermione, Harry giró automáticamente la cabeza para enfrentar la mirada de Draco.

Lo hizo, y en sus ojos grises había tanta ansiedad, tanto anhelo, que el Gryffindor se estremeció visiblemente. Draco le sujetó del brazo. Quería saber, necesitaba saber.

- ¿Tanto te molestó que lo hiciera? -susurró.

La pregunta no dejaba una sola salida elegante, y durante unos segundos Harry titubeó, sin saber cómo afrontarla.

Draco le observó atentamente. Hasta donde él llegaba, el maldito Gryffindor del que había tenido la mala suerte de enamorarse perdidamente hacía casi dos años era perfecta e inequívocamente heterosexual. Le había visto besuquearse como un idiota con la pequeña de los Weasley, y, antes que eso, con la cursi buscadora del equipo de Ravenclaw. Miles de veces le había observado desde la distancia, sintiendo el molesto aguijón de los celos mientras Harry hablaba con cualquiera de las dos. Y entre los días más infelices de su existencia se contaban, por derecho propio, la tarde en la que escuchó a unas cotorras de Ravenclaw alardear de que el famoso Harry Potter estuviera saliendo con una chica de su casa; y la memorable mañana en la que, todavía atronando en sus oídos los restos de la celebración por la victoria del equipo de Gryffindor, tuvo que enfrentarse al espectáculo más horrible de su vida: Harry entrando al Gran Comedor cogido de la mano de Ginny Weasley.

Por eso le extrañaba la reacción de Harry. ¿Por qué se había puesto así¿Por qué había creído entender que Ron había insinuado que ellos dos tenían una relación?

¿Acaso podía ser que...?

Una sombra de dolor cruzó sus ojos, y esta vez fue él quien desvió la mirada. No, no y no. Era del todo imposible. Simplemente, Potter había resultado ser un homófobo empedernido, y la sola sospecha de que entre él y el que había sido su enemigo durante tanto tiempo pudiese haber algo más que amistad le había hecho enfurecerse como nunca.

La decepción del Slytherin no pasó inadvertida a Harry. Antes de poder darse cuenta de lo que estaba haciendo, había rodeado con sus brazos los hombros del rubio.

- Draco...

El aludido le miró, y un escalofrío recorrió la espalda de Harry. Por primera vez en su vida, el rostro de Draco era un libro abierto. Y el Gryffindor lo leyó con facilidad.

- ¿Draco? -repitió, esta vez sorprendido.

- Lo siento -se apresuró a contestar el Slytherin. Después, se levantó y salió del cuarto de baño.

Harry se quedó paralizado durante un segundo, preguntándose si era verdad lo que acababa de ver reflejado en los ojos grises de su antiguo enemigo. Inmediatamente se puso en pie y se apresuró a vestirse. Draco Malfoy no iba a dejarle con la palabra en la boca.

Salió del cuarto de baño y entró en su habitación. Malfoy estaba de espaldas a él, con la frente apoyada en el cristal de la ventana. Harry cerró la puerta con cuidado, y se acercó despacio, sin saber qué decir.

- Déjame solo -susurró Draco sin mirarle.

- Draco...

- ¿Quieres gastarme el nombre o qué? -exclamó el Slytherin, exasperado, girándose hacia él. Tenía los ojos vidriosos, y se apresuró a limpiárselos antes de volver a enfrentarse a Harry-. Ahora ya lo sabes. Vete y deja de perder el tiempo conmigo.

Y Harry se decidió. No sabía muy bien qué esperaba de Draco Malfoy, ni siquiera era capaz de decir con exactitud que sentía con respecto a él. Pero sí estaba seguro de una cosa: no soportaba verle sufrir.

Algo en su mente se rebeló, gritándole que no lo hiciera, pero él no le hizo caso y dio otro paso, apelando a todo el valor de su casa. Iba a decir la verdad. Aunque la verdad le pusiese en evidencia.

- No me molestó que pensara eso de nosotros -confesó impulsivamente, sabiendo que, si lo pensaba un segundo más, acabaría por no hacerlo-. Me molestó que me hubiera leído el pensamiento. Pensé que... que de alguna forma había adivinado mis sentimientos y me los estaba echando en cara.

Harry contuvo la respiración mientras Draco le miraba, completamente boquiabierto. Fugazmente pensó que, en las últimas dos semanas, se había hecho un experto en sorprender al Slytherin.

- Harry...

Volvió súbitamente a la realidad cuando Draco se acercó a él. Y nuevamente sus cinco sentidos se concentraron en Draco Malfoy. Advirtió su respiración acelerada, la duda que se reflejaba en sus ojos grises. Su olor volvió a invadirle, y, cuando su mano se posó, insegura, en su cintura, cerró los ojos durante un segundo, desbordado por las sensaciones que su tacto le provocaba.

Dudó cuando la otra mano alcanzó su nuca. Una parte de su cerebro seguía intentando llamar su atención, preguntándole que qué demonios se creía que estaba haciendo. Es Malfoy, Harry. Es un chico. Es un hombre. Es un asqueroso mortífago. Empújale y líbrate de él.

Pero no lo hizo. Porque una cosa era innegable, y es que, mientras el rostro de Draco se acercaba al suyo, Harry no podía pensar en otra cosa que en probar esos labios que lentamente se le aproximaban. Quería comprobar a qué sabía Draco Malfoy. Quería tocar a Draco Malfoy. Necesitaba abrazarle, y besarle, y confesarle que, desde que le había visto aquella primera noche en la que sus gritos le despertaron en plena madrugada, no había podido dejar de pensar en él ni un solo segundo. Necesitaba prometerle que siempre estaría ahí para él. Necesitaba...

Los labios de Draco rozaron apenas los suyos. Harry se estremeció, apretado como estaba contra el cuerpo del Slytherin. Sabía que Draco le estaba dejando unos segundos de margen para que recapacitara, para que le apartara de él y se fuera. La mano que mantenía en su nuca temblaba, y Harry imaginaba que el rubio le aterraba la posibilidad de que, efectivamente, el Gryffindor le empujara y le preguntara que qué se pensaba que estaba haciendo.

Pero no lo hizo. Desoyendo completamente a su conciencia, Harry cerró los ojos.

Y Draco le imitó.

Segundos después, le estaba besando.

Mantuvo sus labios contra los de Harry, todavía sin creer que de verdad estuviera besándole a él. Esperó unos instantes, temiendo que, de un momento a otro, el moreno le apartase bruscamente.

Harry estaba paralizado, tan paralizado que ni siquiera alcanzó a responder al beso. Draco le estaba besando. Era real. Y él sentía un calor en su pecho que jamás había sentido antes; ni con Ginny, ni, mucho menos, con Cho. En el mundo sólo existían Malfoy y él. Y las manos de Malfoy. Y los labios de Malfoy.

Tras lo que parecieron horas, Draco rompió el beso. Se sentía excitado y aterrado a partes iguales. Harry no le había rechazado... pero tampoco le había correspondido.

El moreno abrió los ojos al sentir que el Slytherin se apartaba.

- Lo sien... -empezó a decir Draco.

No pudo continuar. Porque Harry había dado un paso al frente, y, con un quejido de protesta, había capturado sus labios.

El Gryffindor le abrazó con fuerza. Al instante sintió la lengua del Slytherin pidiéndole acceso, y, sin dudar un sólo segundo, entreabrió los labios.

Gimió cuando Draco profundizó el beso. Sumiso, maravillosamente entregado a él en cuerpo y alma. Y ni siquiera sabía por qué. Sólo sabía que le gustaba, que era lo que necesitaba y que, por qué negarlo, adoraba al condenado Slytherin.

En ese momento, escuchó un sonido inesperado. La puerta al abrirse. Y, al mismo tiempo, la voz de la última persona a la que habría querido ver en esas circunstancias.

- Harry¿estás bien? Ron me ha dicho que...

Lupin se detuvo en el umbral de la puerta, aún con la mano en el pomo. Boquiabierto. Sin poder dar crédito a lo que veían sus ojos. Una estampa irreal: el hijo de su mejor amigo y el hijo de Lucius Malfoy. Labio contra labio.

Inmediatamente ambos se separaron y parecían tan confusos como avergonzados por la embarazosa situación. El Slytherin se dejó caer en la cama, pues estaba seguro de que sus piernas no le sostendrían un solo segundo más. El Gryffindor se quedó de pie en mitad de la habitación, mirando fijamente a Remus Lupin sin saber qué decir.

El licántropo paseó la mirada de uno a otro. Finalmente, y con expresión impenetrable, dio un paso atrás.

- Lo siento, ya veo que es mal momento -murmuró en tono enigmático, cerrando la puerta-. Ya hablaremos más tarde, Harry.

Potter se quedó durante unos segundos mirando con fijeza la puerta cerrada. Inconscientemente se llevó la mano a los labios, donde todavía podía notar el sabor de Draco.

Se giró para mirarle. Le sorprendió comprobar que, con los hombros hundidos, el rubio parecía poco menos que desolado. Y Harry volvió a escuchar esa voz que le susurraba que había sido un error. Que se había equivocado al dejarse llevar por las circunstancias sin ni siquiera aclarar qué sentían el uno por el otro.

Y, al recordar el rostro atónito de Lupin, pensó que la voz llevaba razón. Había sido un enorme, imperdonable y desastroso error. Empezó a sentirse incómodo y molesto con el Slytherin por haberle llevado a semejante situación.

- ¿Qué hemos hecho? -se quejó en voz alta, cubriéndose el rostro con las manos.

Draco le miró. No parecía sorprendido de ver que Harry se lamentaba se haberse besado con él. Más bien, todo lo contrario.

- Lo siento -replicó, disculpándose por segunda o tercera vez en menos de media hora.

- ¿Desde cuándo...? -preguntó bruscamente el moreno.

El rubio apartó la mirada y se encogió de hombros.

- No sabría decírtelo exactamente. Desde quinto, o quizá antes.

- ¿Eres... eres gay? -preguntó Harry, desconcertado.

Malfoy levantó la cabeza y enarcó las cejas, mirándole.

- ¿Tú no?

Harry sacudió la cabeza. Draco esbozó una sonrisa triste y un tanto irónica.

- Pues tienes una curiosa forma de afianzar tu heterosexualidad¿sabes?

- ¡Para que lo sepas, he salido con chicas en más de una ocasión! -gritó Harry, sintiendo que de nuevo la agresividad hacía presa en él. Imaginó lo que debía estar pensando Remus Lupin, y notó un acceso de pánico.

- Sí, con dos. Con las cuáles viviste un corto, aburrido y soso romance desprovisto de pasión alguna -enumeró Draco en tono impersonal, cruzándose de brazos.

- ¿Cómo lo sabes? -replicó ásperamente Harry antes de plantearse siquiera la posibilidad de contradecir a Malfoy. Maldita impulsividad Gryffindor...

Draco no contestó. Bajó la cabeza, de nuevo, clavando la mirada en sus manos.

- ¿Me has estado observando? -preguntó Harry, incrédulo-. ¿Me has estado observando durante dos años?

El silencio de Malfoy le dio la respuesta que buscaba.

Harry respiró profundamente. En qué mala hora se le había ocurrido confesarle la verdad a Draco... dejarse llevar... Cerró los ojos. El beso le había gustado mucho. Muchísimo, a decir verdad. Por más que se empeñara en negárselo a sí mismo, estaba más que claro que sentía algo por Malfoy. Y ahora empezaba a entender por qué jamás se había encontrado completamente agusto en compañía de Cho y de Ginny...

Pero de ahí a confesárselo a Draco había un gran paso. Un paso que no estaba dispuesto a dar.

Porque no quería que todos le viesen como un anormal. Como un... homosexual.

No estaba dispuesto a admitirlo. Y eligió la salida más fácil.

- ¿Qué demonios me has hecho¿Qué truco has utilizado? -preguntó, encarándose con Draco-. ¡Yo era perfectamente normal hasta que tú irrumpiste en mi vida¿Por qué me haces sentir así?

La salida que pasaba por culpar a Draco.

El Slytherin se puso en pie como un resorte. Su mirada se ensombreció aún más al tiempo que se acercaba a Harry.

- ¿Insinúas que... he utilizado algún tipo de magia? -preguntó en un susurro incrédulo.

- No lo sé. Dímelo tú -respondió Harry, cruzándose de brazos- tú eres el maestro de las Pociones.

Draco levantó una ceja, y Harry pudo adivinar lo que estaba pensando incluso antes de que abriera la boca.

- Inteligente observación -masculló en tono mordaz, ladeando la cabeza-. Salvo por el insignificante detalle de que no tengo nada, ni siquiera un maldito caldero de segunda mano en el que preparar un filtro. ¡Lo único mío que hay en esta casa es el bastón de mi padre, Potter¡Incluso la ropa que llevaba el día que escapé de la guarida de Quien-ya-sabes acabó destrozada!

- Pero tú tienes recursos para todo¿no? -replicó Harry, sin dejarse convencer. Sabía que estaba siendo injusto. Sabía que estaba siendo infantil. Pero no le importaba.

Draco le miró con el rostro desencajado, como pensando si todo formaba parte de una broma de mal gusto. Al darse cuenta de que Harry hablaba en serio, volvió a dejarse caer en la cama.

- ¿Es que os quitan el cerebro cuando os meten en Gryffindor, Potter¡Dos años enamorado de ti¡Dos malditos años¿No crees que habría sido más fácil intentarlo en Hogwarts? Si hubiera querido conseguir algo de ti, podría haberte colado fácilmente un filtro amoroso en clase de Pociones. Al fin y al cabo, eres un completo desastre.

- No te consiento que...

- ¡No me interrumpas, Potter! Pero jamás caería tan bajo. No puedo evitar quererte... -masculló, desviando la mirada-. Pero sí puedo evitar estar contigo. Así que no te preocupes, porque no tengo la más mínima intención de conseguir nada de ti. No volveré a dejarme llevar por las circunstancias, así que puedes estar tranquilo. Y espero la misma actitud de ti. Al fin y al cabo... -le lanzó una mirada de odio antes de darse media vuelta en la cama- has sido tú quien se ha sentido identificado con la frase de Weasley. Y nadie te obligó a devolverme el beso.

Harry apretó los puños, sin saber qué decir. Tras las palabras de Draco, un espeso silencio se instaló en la habitación, un silencio roto tan sólo por las respiraciones aceleradas de los dos chicos.

El Gryffindor le miró, sintiendo su cuerpo dominado por dos voluntades contradictorias. Una clamaba por pedirle perdón a Draco y por confesarle lo que verdaderamente sentía. La otra, la misma que le había aconsejado negarlo todo, le conminaba a alejarse de allí y dar la discusión por zanjada.

Así lo hizo finalmente Harry, dando un portazo mientras salía al pasillo. Después, se apoyó en la pared, cubriéndose el rostro con las manos.

¿Qué le estaba pasando? Primero descubría que le atraía Draco. Después se dejaba besar por él. Y culminaba su espectacular actuación dejando que le perdiera el pánico, rechazándole, para encontrarse con que era el Slytherin quien le rechazaba a él...

Escuchó de nuevo la irónica réplica de Draco. Tienes una curiosa forma de afianzar tu heterosexualidad. Sintió un escalofrío. Ya no tenía duda alguna acerca de lo que sentía cuando estaba con él. Pero... ¿qué pasaba con Cho y con Ginny?

De repente tomó una decisión. Se le acababa de ocurrir una idea. A lo mejor hablar con cierta pelirroja le ayudaba a aclarar sus sentimientos...

Magnífica exhibición de autocontrol. Estupenda, en realidad. Gran forma de perder los papeles y de demostrarle a Potter todo lo que sientes por él. Muy bien, Draco: justo lo que te habías propuesto NO hacer.

A no ser que...

Draco sacudió la cabeza. No, de ninguna forma. No importaba lo que le hubiera dicho al maldito Gryffindor en un desesperado intento de mantener su ya dañada dignidad. Y tampoco le importaba lo que el maldito Gryffindor le había dicho a él en otro desesperado intento de negar lo evidente. Le quería, le quería más que a nada en el mundo, y no iba a arriesgar su vida.

Entonces¿vas a dejar morir a tu padrino?

Suspiró. Los ojos se le empañaron de nuevo, y esta vez no se molestó en secárselos. Durante una semana había sido casi feliz, había vivido en un universo imaginario, pretendiendo que no le importaba el odio de los Weasley y olvidando deliberadamente la situación en la que se encontraba Snape.

Tenía diecisiete años y, por primera vez desde que le había conocido, el chico de quien se había enamorado perdidamente parecía hacerle algo de caso. ¿Se le podía culpar por intentar abstraerse de lo demás?

Claro que no había contado con que el siempre imprevisible Gryffindor le correspondiera.

Y eso complicaba las cosas.

Porque podía controlarse a sí mismo, le habían entrenado para ello. Podía dominar los impulsos hormonales y sus sentimientos. Pan comido para el hijo de Lucius Malfoy. El autocontrol formaba parte de la férrea disciplina que le habían impuesto desde su más temprana niñez.

Pero, si Harry le correspondía... Draco cerró los ojos al recordar cómo el moreno le había besado minutos antes.

Las palabras que después había mascullado para salir del paso no tenían ningún valor para Malfoy. Podía reconocer en ellas el miedo y negación, una fase que él había superado hacía tiempo antes de acabar aceptando sus tendencias sexuales. No le cabía duda alguna de que, si Harry realmente sentía algo por él, acabaría confesándolo.

Y... acabaría intentando tener algo con él.

La perspectiva aterró a Draco.

Porque podía dominarse a sí mismo. Pero si Harry intentaba hacer algún avance, no estaba seguro de ser capaz de rechazarle.

La presencia de Harry era suficiente para derribar todas las barreras emocionales que con paciencia había construido a lo largo de los años. Para dar al traste con su esmerada educación, su exquisito autocontrol marca Malfoy. Para hacer que olvidara completamente los propósitos con los que había llegado a La Madriguera. Para que perdiera completamente el norte, la razón, la dignidad y todo lo que se interpusiera entre ellos dos.

Y eso, Draco lo sabía muy bien, podía suponer la perdición de ambos .

Ginny Weasley estaba en su habitación, deshaciendo el equipaje que había llevado a casa de Luna, cuando escuchó la puerta abrirse a sus espaldas. Ni siquiera se molestó en darse media vuelta, pues con toda probabilidad se trataba de Hermione, con quien compartía habitación en La Madriguera.

- ¿Qué tal con Ron? -preguntó sin girarse, sacando una camiseta del baúl y comprobando con ojo crítico si se había arrugado durante el viaje-. ¿Has conseguido calmar al tonto de mi hermano?

Al no recibir contestación alguna, se dio media vuelta, extrañada. Y entonces alguien la agarró de los hombros y, sin miramiento alguno, la atrajo hacia sí para darle un apasionado beso.

Draco estaba torturándose mentalmente con sus recuerdos, cuando escuchó la puerta abrirse. Maldijo mentalmente, pensando que sin duda el Gryffindor había vuelto... quizá para lo que tanto temía.

Por eso se llevó un considerable susto al escuchar una voz femenina diciendo su nombre.

- ¿Malfoy¿Estás despierto?

Se giró bruscamente en la cama. Y, atónito, miró a Hermione Granger mientras la castaña cerraba con sigilo la puerta a sus espaldas.

- ¿Se puede saber qué haces! -exclamó Ginny Weasley, tan indignada como atónita y tan atónita como confusa. Miró a Harry con los ojos desorbitados, mientras el moreno retrocedía ligeramente.

Mas no recibió ninguna respuesta. Ante sus sorprendidos ojos Harry se quedó unos instantes pensativo, traspuesto casi. El Gryffindor se llevó una mano a los labios, y allí se quedó, sumido en sus propios pensamientos.

- ¿Harry? -le llamó la atención Ginny, alzando las cejas con preocupación.

El moreno levantó le cabeza y parpadeó, como recién salido de un trance. En ese momento sintió cómo las piernas le flaqueaban, y tuvo que dejarse caer en el borde de la cama de Hermione, demasiado impresionado para hacer otra cosa. No era para menos. Su experimento improvisado había dado, no obstante, un resultado apabullante.

No había sentido nada al besar a Ginny Weasley. Nada. Ni punto de comparación con la avalancha de sentimientos que le había invadido cuando Draco Malfoy le había besado minutos antes. Nada que ver, en realidad.

- ¿Harry? -repitió Ginny, ahora perpleja, sentándose a su lado. - ¿Te pasa algo?

El aludido la miró. Y, sin saber cómo, se encontró confiándole su más íntimo secreto.

- Acabo de besar a Malfoy -confesó, lacónico.

- ¿Cómo? -exclamó Ginny dando un respingo en la cama. ¿Había escuchado bien?

- Y eso no es lo peor. Lo peor es que me ha gustado.

El moreno suspiró y se tapó la cara con las manos. Ginny se quedó unos segundos, observándole, procesando la sorprendente información que acababa de recibir. Asimilándola.

Después, pasó un brazo por encima de los hombros de Harry. El chico levantó la cabeza bruscamente, sorprendido. Ginny sonrió.

- Admito que eso explica muchas cosas...

- ¿No estás enfadada? -preguntó Harry.

- ¿Por qué iba a estarlo? Antes de irme te dije que me gustaría tratarte como a un amigo, y no como a un ex-novio. Además -confesó Ginny, encogiéndose de hombros- francamente, me resulta más fácil pensar que no pudiste enamorarte de mí porque va en contra de tu opción sexual, que admitir que no era lo suficientemente buena para ti.

Harry le dirigió una mirada extraña. ¡Mujeres¿quién las entendía? De repente, Ginny se puso seria y le miró con una expresión de solemnidad muy impropia en ella.

- ¿Le quieres?

Cuando realmente amas a una persona, no te paras a preguntarte a sí mismo si la quieres de verdad o no. Sencillamente, lo haces. En su mente resonaron las palabras que Ginny le había dicho hacía más de una semana. Y comprendió que tenía razón.

Asintió con la cabeza.

- Sí -admitió, mortificado por la vergüenza- no sé cómo ni por qué, pero le quiero.

- Ya. ¿Y qué piensas hacer?

- No lo sé -suspiró Harry, bajando la cabeza-. Cuando me he dado cuenta de... Me ha entrado el pánico. Le he acusado y le he dicho cosas horribles.

- Es comprensible.

- No, Ginny, no es comprensible. Por una parte quiero estar con él -murmuró Harry, intentando explicarse- pero, por otra parte, hay algo dentro de mí que no es capaz de aceptar la simple idea de hacerlo. Es un hombre... y no un hombre cualquiera.

- Eso también es comprensible. Tendrás que pensar detenidamente en qué te conviene, Harry.

- Si... si acepto estar con él, perderé muchas cosas. A mucha gente.

- Pero también ganarás algo.

Harry suspiró con pesadumbre.

- Tu hermano no me lo perdonaría. Ni tampoco los demás...

- No digas tonterías -replicó Ginny, sacudiendo la cabeza-. Hermione lo aceptará, mis padres lo aceptarán, Lupin lo aceptará e incluso el cabeza hueca de mi hermano acabará aceptándolo. Tan sólo dale tiempo.

El Gryffindor la miró.

- ¿Intentas animarme para que me líe con Draco, Ginny? -preguntó en tono sorprendido.- Porque es lo último que esperaba de ti, teniendo en cuenta lo que ha pasado entre nosotros -confesó, bajando la voz.

- Ya... Verás, hace una semana te dije que no te comprendía. En cambio ahora con esa revelación me has abierto los ojos. Ahora sé lo que te pasa, ahora puedo entender por qué estabas tan frío conmigo y hasta entiendo que hace un rato estuvieras pegándote puñetazos con mi hermano. Está bastante claro que jamás sentirás nada por mí, así que sólo puedo desear que seas feliz. Y creo que con Malfoy podrás serlo, ya que en apenas dos semanas ya sois poco menos que inseparables, por lo que he podido ver -terminó la pelirroja con una sonrisa astuta.

Harry sonrió y abrazó más fuerte a Ginny.

En ese momento, la puerta se abrió. Y esta vez sí era Hermione.

Pero no iba sola.

- Draco -musitó el moreno, sorprendido.

Mas el Slytherin ni siquiera le miró. Incluso a pesar de que Harry estaba aún abrazado a Ginny, le ignoró completamente, con ese porte aristocrático tan propio de él.

Ron venía detrás, evidentemente malhumorado y aguantándose las ganas que tenía de partirle a Malfoy la cara de un tortazo. Se sentó en la cama de su hermana mientras Harry y Ginny recuperaban la compostura, preguntándose qué demonios estaba pasando allí. Hermione tomó asiento a su lado. Durante un segundo Harry se preguntó qué haría Draco, y albergó la ligera esperanza de que se sentara junto a él, aunque fuera tan sólo para evitar hacerlo junto a Ron.

Para su desilusión, Draco salió del paso con su habitual elegancia, quedándose de pie entre ambas camas, apoyándose en la pared sin dejar de mirar a Hermione. La castaña se tomó unos segundos para lanzar un par de hechizos a la puerta, y después, al ver que la tensión se podía cortar con un cuchillo, empezó a hablar.

- Os he traído aquí porque tengo algo que contaros -confesó, consiguiendo la atención instantánea de todos-. Algo que prometí no contar...

- ¿Prometiste¿a quién? -preguntó Ginny.

Hermione tardó unos segundos para contestar, mirándolos uno a uno.

- A la Orden del Fénix.

- ¿A la Orden? -repitió Ron, confuso.

- Si me decido a hacerlo es porque no aguanto más -declaró, poniéndose en pie y empezando a pasear por la habitación-. La situación se nos va de las manos. Y no estoy dispuesta a permitir que nuestra amistad se estropee por sus manipulaciones -dijo, mirando directamente a Harry.

- ¿De qué hablas, Hermione?

- De un plan urdido antes de que tú llegaras. Antes incluso de que él llegara -explicó, señalando con la cabeza a Draco-. Un plan que nos utiliza a todos para conseguir uno de los fines de Dumbledore, pero que básicamente os inmiscuye a ti y... a Malfoy.
Nota de la autora: pues nada, aquí va el otro capítulo que os prometí. He conseguido subirlo porque ya lo tenía casi escrito, como veréis ni siquiera me ha dado tiempo a contestar la mayoría de las reviews, os pido perdón pero empiezo los exámenes este viernes y ando algo estresada :P Ignoro cuándo estará el siguiente capítulo, intentaré escribirlo lo más pronto posible pero todo depende de lo rápido que consiga repasármelo todo xD Así que mando un agradecimiento general a todos los que me comentaron el capítulo anterior, y a los que no también xD Un abrazo, y hasta el siguiente capítulo.

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